martes, 31 de julio de 2012
El hijo del liberto (Homenaje a Panamá)
En 1.951 y a la edad de cuarenta y ocho años murió
tuberculoso en Harlem. Pero dos décadas antes fue el dueño del mundo, o de
París, que es lo mismo. Largo y ágil como un junco y resistente como una
estaca, Panamá Al Brown lo hizo
todo. Hijo de un liberto de Tennesse, fue trabajador portuario y luego el primer campeón del mundo de box oriundo de
Latinoamérica. De su Colón natal se fue a Nueva York y de allí, a París. Bailó con
Josephine Baker, usó las mejores ropas y animó fiestas como un auténtico
showman; tuvo de manager, entrenador y amante a un tal Jean Cocteau. Frecuentaba
a dadaístas y surrealistas, que lo hicieron ícono. En su entrenamiento no faltaba el champagne,
el cigarrillo y las juergas, y cuando todo acabó cumplió con el inexorable
destino del boxeador: murió en la ruina,
trabajando de spárring a un dólar el asalto.
Su posible récord fue 133 victorias (60 por K.O.), 18 derrotas y 13 empates, se expresaba en siete idiomas y conocía a los clásicos de la literatura. El mensaje moral por su loca vida no me interesa. Vivió cuarenta y ocho años y se llamó Alfonso Teófilo Brown. Pero todos lo conocían por Panamá Al Brown.viernes, 27 de julio de 2012
Me quité
Me quité el impermeable
El sombrero
Los anteojos
La bufanda
Las excusas
El teléfono
Las llaves
El anillo
Las monedas
El reloj
Mis credenciales
Y los restos del disfraz
¿Seré el hombre invisible?
Porque debajo de todo eso
No hay nada
Ni siquiera un nombre salvavidas
Un sonido
O una sombra que me pruebe.
Nada.
Temo herirme
Y que no sangre de mis venas
Nada.
jueves, 26 de julio de 2012
Jakob von Gunten
En el Instituto Benjamenta se aprende a ser humillado, a
obedecer ciegamente, a servir al amo que toque en suerte, no importa quien sea. Hay pocas
horas de clase, porque no hace falta saber muchas cosas para aprender a agachar
la cabeza. Al fin y al cabo, todas las
vidas acaban en derrota y es mejor aceptar eso rápidamente.
El incierto Instituto Benjamenta lleva más de cien años cerrado
y me pregunto si ahora sería posible. Ya no interesan mucho las artes, ni
siquiera las ciencias, o ser mejores personas, lo que importa es servir para un
trabajo y escaparle a la temida desocupación. Nada es más importante que un
trabajo en tiempos tan difíciles, no entiendo cómo a nadie se le ocurrió poner
en la entrada de alguna universidad un cartel que advierta a los alumnos que “el
trabajo os hará libres”
miércoles, 18 de julio de 2012
sábado, 14 de julio de 2012
El concertista
Eximio ejecutante
Pareció olvidar todo su arte
Hoja en blanco
El instrumento
-Otrora su extensión-
Un cuerpo extraño.
El concertista
Se levantó desconcertado
Y escapó
lunes, 9 de julio de 2012
Estación Central
En todos lados son iguales. Por la Estación Central
pasan las personas pero no sus sueños. El tipo con el sobretodo hasta los ojos,
¿dónde los dejó? Un obrero que regresa cuando todos van; el niño que está
llegando a la escuela, somnoliento. Todos miran para abajo en la Estación Central ,
esperando que suceda lo que habrá de suceder.
Salvo que sea un domingo por la mañana. Allí sí, los sueños
quieren salir de cualquier modo. De adentro de una canasta con comida para el
parque, de una guitarra, o de dos entradas para el cine.
Ya habrá tiempo mañana para archivar un sueño adentro de un
sobretodo hasta los ojos.
domingo, 8 de julio de 2012
Noche de franco
Sosa volvía de la funeraria. Lo que más detestaba de su trabajo era el olor a flores que, impregnado en el traje negro, lo seguía hasta su casa. El resto se podía aguantar: llantos, pésames y murmullos eran digeridos por él con su rictus cotidiano.
Pero esa mañana, al contemplar el cadáver de su esposa sobre la cama, titubeó. Prendió un cigarrillo, y se apoyó sobre la cómoda a meditar.
Al rato buscó el teléfono. Primero reservó la sala de la cochería de la esquina. Después le avisó a su jefe que esa noche no iría a trabajar.
viernes, 6 de julio de 2012
Albedríos indultados
Un demonio travieso y envidioso de Dios quiso ser bueno, entonces le retornó la vista al zaino manso
que, herrumbrado en el establo, esperaba la muerte. El viejo patrón advirtió
enseguida la alegría del caballo y lo mató, mientras se preguntaba por qué la
suerte perra hace milagros tan crueles. El
demonio le susurró al viejo quién era y luego, le arrancó los ojos.
En eso llegó Dios, absoluto y perezoso. Por no intervenir, concedió
esa tarde albedríos indultados a demonios bromistas que pretendieran imitarlo, y
descansó.
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