sábado, 13 de diciembre de 2014
Una tragedia que se repite en Buenos Aires
Desesperado, el
Perdedor de Unicornios se fue hasta el desarmadero de la avenida Warnes y lo
que vio le encogió el corazón:
a)
cebras
pintadas de negro
b)
caballos
pintados de cebra
c)
leones
con las melenas afeitadas y un cartel debajo que decía “cuidado con el puma”
d)
Etc.
El Perdedor de
Unicornios quiso meterse en el perímetro para buscar al suyo de color azul (a esa
altura probablemente rosa) pero lo interceptó un huraño mono con navaja que le
dijo con cara de pocos amigos y fuerte acento ruso: ¡¡¡xxxaxaxsxsxaxsxsxaxax!!!
Más desesperado
todavía, se fue hasta la Comisaría 33º a
hacer la denuncia, pero el gato policía lo paró en seco: “¿Ud. sabe cuántos unicornios se roban por día en la ciudad de Buenos
Aires? ¡Cientos! Hay una banda de
babilonios que los plastifican y los
venden como caballos de calesita en Copenhage, yo la denuncia no se la tomo y
el seguro tampoco lo hará”
Resignado, el
Perdedor de Unicornios volvió a su casa, sin saber qué decirle al hijo cuando le
pregunte por su mascota. Pese a todo, puso un cartel en la puerta de su casa
prometiendo que cien mil o un millón él pagará a quien tenga información, y yo
lo estoy buscando hasta en Babilonia. No lo busco por sentimentalismo, si yo odio los unicornios, especialmente a los
azules. Es que necesito el dinero.
sábado, 6 de diciembre de 2014
..........................................El paraíso de los desmemoriados................................
Los desterrados
Del paraíso de los desmemoriados
Vanas señas suelen dar
Allí el olvido
Es el deseo
De infinitos cuerpos sin dolor
Ansiosos
De un paraíso anónimo
Que olvide
Hasta el perdón
domingo, 30 de noviembre de 2014
Martha en el subte
Pensó que fue un
error vender el sombrero, el impermeable y la Rémington, y haber entregado la
oficina. Lo peor de todo fue deshacerse del impermeable y el sombrero. No ser
más un detective y mojarse hasta las zonas más inaccesibles no tendrían que ser
situaciones complementarias. Se tomó el subte sin ningún destino, sólo para
buscar un lugar seco sin parecer un tipo que duerme en la calle. En la estación
9 de julio subió una chica. El ex detective la observó con cuidado, le
resultaba conocida. Jamás recuerda un nombre pero siempre una cara. Supo que
era el rostro de la tía Martha, sólo que joven. Se preguntó qué hubiera hecho
él de haber sido efectivamente la tía Martha joven, antes de que su vida fuera
otra ¿Decirle que no tendría un matrimonio feliz pero sí dos hijos que
adoraría? ¿Qué moriría antes de ver a sus nietos? El ex detective pensó que así
y todo, Martha volvería a casarse con Julián. Estaba en su naturaleza darlo
todo por sus hijos, incluso antes de tenerlos. La chica se baja en Bulnes, y el
ex detective que no tiene adonde ir, también. La calle es el Diluvio Universal,
tiene miedo de asustar a Martha, sabe que es una locura contarle lo que pasa.
Al fin y al cabo parece un caso, aunque no tenga sombrero ni impermeable ni Rémington
ni oficina. Martha espera bajo un balcón, la cortina de agua es densa, se
transforma en pared. El Detective se pone al lado, no sabe quien dice “¡Hola
Martha!” aunque le parece que es su voz. Ella lo mira dulcemente y posa una
mano en su mejilla. Murmura algo que El Detective no entiende, en un segundo se
pierde por la oscuridad empapada de la calle Güemes.
martes, 11 de noviembre de 2014
Budapest
El subterráneo entre las 8 y las 10 es imposible en Buenos
Aires y trato de evitarlo. Pero iba retrasado y mi única posibilidad de llegar
a tiempo era metiéndome en el mar revuelto y apretado de personas. No hay que
quejarse. Por lo menos a esa hora la masa compacta tiene olor a shampoo, a
perfume, a esperanza. A las siete de la tarde los olores mutan. Empeoran. Podría
decir que el viaje era llevadero de no ser porque detrás de mí había uno tan abotonado,
que tenía miedo de salir en estado de gravidez. Luego, en la estación Pueyrredón se armó un revoltijo
tal que mi brazo quedó casi despegado de mi cuerpo, imposible de corregir la
postura en la masa compacta, acementada. Y en esa mano tenía el maletín. En mi
maletín no llevo un millón de dólares, llevo papeles. Pero esos papeles si se
pierden, para mí es como si perdiera un millón, aunque para los demás no tengan
ningún valor. A la chica punk le quedó colocada mi garra sujetante de papeles en
la entrepierna y me lo hizo notar con
una mirada fiera, llena de aros, tatuajes y pelos amenazantes. Aferré más
fuerte mi maletín aunque estuviera en su zona cero. Entre el tipo de atrás y la
punk del costado debía evadirme y en mi teléfono apareció “Budapest”, esta
canción. Y me fui. Pensé en las playas de Budapest. En su clima tropical. En la hospitalidad de sus nativos que llenan
de guirnaldas a las visitas. Me vi bebiendo
un trago frutal en Budapest y así, llegué a destino con una sonrisa.
Cuando abrí los ojos la chica punk ya no estaba y el que quiso ser padre de mi
hijo, tampoco.
¡Gracias
Budapest!
lunes, 3 de noviembre de 2014
Tener 50
Para mí tener
cincuenta
es un novedoso
dolor en las rodillas
No ver la letra
chica
Sentir que pierdo
el tiempo
En cosas nimias y
valiosas
Tener cincuenta
es descubrir la maravilla
De tener a los míos
De hablar con mi
hija
que sigue siendo
niña
Pero que sabe más
de lo que podía
imaginar
Tener cincuenta es
seguir corriendo por llegar
A tantos lados
contrapuestos
Saber que hay gente
que me quiere
Y otra que no
Por aciertos
Por errores
Porque así suele ocurrir
Tener cincuenta
es saberme feliz
Aunque los
domingos por la tarde
casi logren
engañarme
Tener cincuenta
para mí es tener amigos
Y a mi amore
Saber que tengo
más tiempo vivido
que por vivir
Tener cincuenta
es sentir
que no he perdido
el pelo ni las mañas
y saber que lo
mejor
está llegando
sábado, 25 de octubre de 2014
TESTICULAR
El bodegón está
en su hora más gloriosa. Lleno total, mediodía y noche. Mención en la
Tripadvisor. El local no lo informa pero según mis cálculos Borges pudo ir
regularmente allí a comer su arroz.
Todo lo que
sirven es excelente. Desde un plato sofisticado hasta una milanesa con puré.
Sólo hay que tener cuidado con el sector de la pared. El éxito es tan grande
que los dueños han puesto muchas mesas y del lado ese el pasillo se estrecha
demasiado. Los mozos son súper profesionales y van a lo suyo. Además son muy
respetuosos pero es inevitable, aunque pidan permiso, que cuando pasan de
costado con la bandeja, por la estrechez del paso, se produzca cierto roce glúteo con los
comensales. Incluso testicular, según el lado que a uno le toque. Mi codo fue
sensible a ese tipo de contacto y al principio me sobresalté un poco. Luego
comprendí que eran huevos gastronómicos, naturalmente cansados de tanto deambular con
la bandeja, insensibles a todo tipo de roce morboso. Es cuestión de suerte el
sitio que nos toque porque, como el lugar es exitoso, uno no puede elegir mesa.
Recomiendo acompañar la comida con vino. En el transcurrir de la cena el
estómago se va llenando, la mente se va oscureciendo, y el codo
desensibilizando.
Y cuando llegue
el momento del flan con dulce de leche, el roce habrá dejado de ser un
problema. Es más, quizás Ud. se sienta tentado/a de preguntarle al mozo si ya
se ha hecho revisar el quiste ese que se nota claramente en el costado
izquierdo de su masculinidad más profunda.
miércoles, 1 de octubre de 2014
Vals
Cuando escucho
este vals no pienso en Amélie
Tampoco en Camus
O en Montmartre
Lugares y
personas que no conoceré
Cuando escucho
este vals pienso en un flaco desgarbado
Mirando libros en
los bouquinistes
Que pronuncia las
erres como egues
Mientras fumasábado, 20 de septiembre de 2014
Duffy
Un miércoles que empieza a las 7 y termina a las 23 tiene pinta de ser un día de…miércoles. Mucho trabajo, de un lado al otro, discusiones, el teléfono que no para de sonar, el celular tampoco, los mails. Preocupaciones, más trabajo, más discusiones, un problema que parecía terminado resulta que no, que sigue ahí cuando estaba seguro que ya era historia.
Una cena con amigos empieza a cambiar la mano y lo estrellado se vuelve un poco estrella. En el taxi de vuelta a casa, Duffy canta una canción triste. Sólo pienso en llegar, tomarme algo como veo en las películas norteamericanas -la famosa copa- y dormir, que mañana será igual.
Me fijo qué hay. En la heladera solamente tengo agua mineral sabor pomelo rosado. Una auténtica mierda, Bogart no se tomaría una copa de agua mineral sabor pomelo rosado antes de dormir. Pero para whisky (lo otro que tengo) tampoco da. Se me parte la cabeza y si me imagino tomándome un whisky no veo a Bogart sino a una especie de veterano que extraña los setenta, sólo me falta la robe de chambre y poner a Django mientras revuelvo el vaso ancho con un dedo y el hielo hace ruidito.
Duffy es cool pero mi miércoles no, me tomaría una aspirina. Pero no tengo.
Lo que me gustaría es un Martini. ¡Eso! Revuelto, batido o como sea. Un Martini. No hay.
¡Qué rico está el pomelo! Aunque demasiado rosada el agua, para mí que le metieron químico seguro.
domingo, 14 de septiembre de 2014
Dos cartas urgentes para el Reparador de Sueños
Primera carta (2.010)
Estimado Sr. Reparador
Me imagino que Ud. debe ser un señor con mucho trabajo. Aun más que Santa Claus, porque el Sr. del Jo Jo Jo trabaja unas pocas semanas y de enero a noviembre me parece verlo panza arriba en una playa del Caribe, con una chica de cada lado (o dos muchachos, por qué no, Santa Claus también tiene derecho) En cambio Ud. debe trocar lo sucio en oro todos los días del año. Supongo también que debe ser Ud. un hombre que recibe mucha correspondencia solicitando sus servicios, quejándose por sueños que han sido mal reparados o porque no pasó por la casa de alguien que lo estuvo esperando.
Yo no me quejo. He tenido sueños hermosos y muchos se cumplieron. Y Ud. pasó más de una vez por mi casa, reparando, corrigiendo, administrando mis sueños. Y he sido un soñador feliz: todo lo he soñado, mucho se cumplió. Pero hoy me encuentro con que si Ud. pasara por casa, no tendría ningún sueño para acercarle hasta mi puerta para que me lo repare. ¿Será que envejecer no consiste tanto en perder el cabello o la vista sino en que uno ya no sueña? Porque eso es lo que justamente me sucede. Ya no sueño nada. Y mire que yo he soñado mucho, Don Reparador. He soñado intensamente las cosas que deseé. Incluso he soñado cosas que no deseaba tanto, de puro curioso. Me soñé Alejandro, me soñé jugador de fútbol. He tenido cosas que ni siquiera me atreví a soñar, pues siendo tan frágiles temía que se rompieran de sólo desearlas. Y así fue que soñé en voz baja que era artista. Que era feliz, rodeado de los míos. Pero, o yo no soñé con suficiente fuerza, o Ud. debe haber estado muy ocupado reparando sueños ajenos, de esos con automóviles y rubias despampanantes. Porque no pasó más por casa. Lo entiendo perfectamente, los sueños materiales son muy difíciles de reparar porque, casi casi, no son sueños sino ambiciones. Y le deben ocupar mucho tiempo.
El asunto es que –le decía- muchos de mis sueños se hicieron realidad pero, como agua entre las manos, se me escurrieron antes de que Ud. viniera otra vez a repararlos.
Pero si no me equivoco, todos tenemos una cantidad de sueños preasignada por quien a Ud. lo emplea. O al menos eso me gusta pensar. Y aquí llegamos al punto central de esta carta. Lo que quiero saber, Señor Reparador, es si los sueños que me quedan disponibles y sé que no soñaré puedo traspasárselos a una personita feliz que es muy de mi consideración y estima. Porque, ¿sabe qué pasa Don Reparador? Son tiempos muy difíciles, y quisiera que esté bien pertrechada de sueños. Al fin de cuentas, son tan alimenticios como el pan y como el agua. Y Ud. sabe mejor que nadie que no se puede vivir sin ellos.
Esperando su respuesta favorable, me despido con un saludo cordial, deseándole que se le cumplan todos, pero todos, sus sueños.
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Segunda Carta (2.014)
Estimado Sr. Reparador
Esta segunda carta
es puro agradecimiento, no sólo porque cumplió su palabra con
cierta Personita que es muy de mi consideración
y estima. Me atrevo a asegurarle que es feliz y soñadora, y no
por causa de los sueños que le traspasé, sino por los de ella misma. Y aunque se vaya haciendo mayor (ya tiene doce años) le advierto que para mí siempre será mi niña. Además Ud.
me sorprendió, porque todos esos sueños míos que hace un tiempo creía perdidos
para siempre resulta que no, que estaban allí debajo, o arriba, vaya uno a
saber, esperando que posara mis ojos en ellos y... ¡ahora vuelvo a soñar de todo!
Muy agradecido me despido con un saludo cordial, deseándole que se le cumplan todos, pero todos, sus sueños.
jueves, 4 de septiembre de 2014
Llega un día en
que uno encuentra lo que buscaba y lo toma. En momentos de
oscuridad parece imposible, y visto desde afuera suena posesivo, pero cuando ocurre
uno se olvida de cualquier observación ajena, simplemente da un paso al frente
y toma lo que estaba buscando.
Puede ser un
amor, puede ser un lugar, puede ser una vocación, puede ser todo eso a la vez.
Uno va y toma lo que estaba buscando como si fuera un arma, o se aferra como a un
salvavidas pretendido por muchos pero que sólo puede ser para uno, con una convicción que cinco minutos antes no se
tenía. Ese es el momento, no se puede fallar, ni siquiera titubear, aunque haya
que pelear con otros o por otros, aunque todo pueda estallar en mil pedazos. Es
nuestro destino el que está en el aire como una moneda que anhela ser cara, no
cruz. Pero al destino hay que ayudarlo a caer cara.
Lo que querés
está frente a tus ojos, la moneda está volando ¿Qué esperás?
domingo, 24 de agosto de 2014
Después
Después de tanto
calor inesperado
El invierno
vuelve con furia de tormenta
Para recordarnos
que aún vive
Que aún lastima
Como un antiguo
amor
Que uno quisiera
Guardar en el
olvido
Asuntos varios
SABÉS
Sabés
dijiste
nunca
nunca fui tan feliz como esta noche.
Nunca. Y me lo dijiste
en el mismo momento
en que yo decidía no decirte
sabés
seguramente me engaño
pero creo
pero esta me parece
la noche más hermosa de mi vida
Idea Vilariño
Quiso el fantasma
ponerle fin al sinvivir
Y se arrojó al vacío
En vano
Pese a la tormenta el hombre (no le diré abuelo, esa espalda recta merece que se le diga "hombre" a secas) va con rumbo desconocido y feliz.
sábado, 16 de agosto de 2014
El mal día del cartero debutante
Por empezar está
desorientado, preguntó por la misma calle con cincuenta metros de diferencia.
Después pisó un regalito perruno de esos que abundan tanto por Buenos Aires. Maldice
su suerte mientras trata de lavar la suela de goma de su zapato en un mísero
charquito. Además deambula con cierto dolor en el pie izquierdo, como si no
estuviera acostumbrado a largas caminatas. Es un día pésimo para el cartero
debutante pese a que el invierno calienta por la vereda del sol.
Si yo fuera un
tipo decente, para que el horrible sábado del cartero debutante fuera perfecto,
debería apoyarle un caño en la espalda y susurrarle al oído “entregame todos los telegramas o te quemo”
martes, 12 de agosto de 2014
4GL
Cuatro gatos se
pelearon
en la bolsa
Locos
Treparon felices
por los techos
Y volaron amigos
Como pájaros
jueves, 26 de junio de 2014
El Hombre Maravilla
¿Dónde andarás
Maravilla, el campeón de la rodilla destrozada?
Para mucha gente, pasaste sin escalas de boxeador dotado a ladrón de la última
gran bolsa de tu vida. Debés tener algunos amigos menos, Maravilla. Ya no debe
ser tan bueno tenerte de imagen publicitaria. Anduviste penando por el ring,
Maravilla, blanco fácil de los golpes porque no podías moverte. Vos sabías que en el boxeo lo que más importa
son las piernas. No es tan bueno tener una mandíbula de acero o las manos
pesadas. Importa el equilibrio, poder salir de cualquier situación, tener
piernas para sobrar, para mostrarse, para escurrirse. El gran Sugar Robinson
había dicho: “me retiro del boxeo porque
mis piernas ya no pegan como antes” y vos lo sabías, Maravilla. Pero
subiste igual.
No pasó un mes del combate más triste del mundo y ya nadie
nombra al Campeón. Nadie pregunta por sus golpes ni por su rodilla rota. No
debiste pedirle disculpas a la gente que te fue a ver, Maravilla, debiste mandarlos a la mierda. ¡Ojalá
tengas familia, Maravilla! Ellos serán tu verdadero público, la leonera no tiene
memoria cuando las luces del estadio
apagan los ojos. O cuando saluda al próximo campeón. Ese que es pibe todavía, y
promete estilo de rodillas impecables.
sábado, 21 de junio de 2014
Hasta siempre
Hasta siempre
Es mejor despedirse
De algunos sueños
que
ya no ocurrirán
Mirar hacia
adelante
Cambiar las metas
Cerrar los ojos
Tropezar con
nuevas piedras
No mirar atrás
sábado, 14 de junio de 2014
Cine de autor
A veces pienso que el catolicismo es una obra de cine de autor, donde el director termina la peli con Cristo muerto en la cruz. Luego Hollywood compra los derechos porque el libro le parece muy interesante y decide cambiarle el final, algo más norteamericano. Entonces Cristo resucita y nos salva a todos.
miércoles, 28 de mayo de 2014
360 GRADOS
Tanto dolor
Tanta experiencia
Y tanta vida
Para llegar
Después de cada golpe
Al mismo punto de
partida
viernes, 16 de mayo de 2014
Laberintos
La Plata es una
ciudad contradictoria. Parece facilitarle la vida al forastero cuando numera
sus calles. ¿Cómo perderse si se va a 13 y 48, por ejemplo? Sin embargo hay una
trampa: las diagonales. Está visto que si uno se deja llevar por alguna de
ellas corre el riesgo de no llegar jamás a destino.
Hoy anduve por La
Plata y, disponiendo de tiempo, me dejé llevar por una diagonal. A lo sumo,
kilómetros después pediría que me orienten hasta 10 y 48, tan grave no podría
ser. Para mi sorpresa, esta diagonal me hizo llegar más temprano aún a mi cita,
así que me metí en un café y seguramente
por asociación con el laberinto platense de las diagonales, recordé otro laberinto: el del palacio de Cnossos en
Creta. Aquel habitado por el terrible minotauro, que devoraba vírgenes de tanto
en tanto. Repasé la historia que todos conocemos: que Teseo, cansado de la
ofrenda de las y los vírgenes que el Rey de Creta le exigía a su patria, se
mezcló con ellos para darle muerte al temible monstruo. Que Ariadna, la hermana
del minotauro, se enamoró de Teseo y le ayudó a triunfar. La historia es
magnífica por aquello del hilo para salir del laberinto infernal creado por el
ingenioso Dédalo.
Hay aspectos
terribles del mito que la historia de
amor entre Teseo y Ariadna deja un poco solapados. Por ejemplo que el minotauro nació
por un error de su padre, Minos, quien no quiso sacrificar un hermoso toro blanco
en honor de Poseidón y trató de engañarlo con la muerte de otro animal.
Poseidón, al darse cuenta de la estafa, enamoró a Pasifae, esposa de Minos, del toro
magnífico, y ambos procrearon al minotauro (no es bueno querer engañar a los
dioses); que Ariadna (“la más pura”) no sólo se enamoró de quien venía a matar
a su hermano sino que lo ayudó a cometer tal crimen y a salir del laberinto,
por la promesa de Teseo de llevarla a Atenas para casarse. Para empeorar las
cosas, Teseo abandonó a Ariadna a mitad de camino, traicionando así a la
traidora, quizás por orden de los dioses.
Los dioses
griegos y sus hijos suelen ser crueles. Quizás no son nada más que humanos sin
freno alguno, niños poderosos que pueden enojarse mucho si le queremos meter un
toro en lugar de otro. Cuando la hora de mi cita llegaba, recordé a Borges.
Para él, Asterión, el minotauro, no era malo. Ni siquiera devoraba personas, y
creía que alguien vendría a redimirlo, a liberarlo de tanta soledad, no a
asesinarlo. Me quedo con esta versión
borgeana del mito. Al fin y al cabo, muchas veces vivimos en un laberinto del
cual no queremos salir y cuando creemos que alguien viene a rescatarnos,
resulta que quiere hundirnos una espada en el pecho porque nos considera
monstruosos. Todos tenemos laberintos que sortear, soledades de las que huir. Aunque
no residamos en La Plata y su laberinto diagonal.
sábado, 3 de mayo de 2014
HOMENAJE URGENTE A HOMERO MANZI
Perdoname Homero
la urgencia. Quiero decirte que compartís con otro Homero, el Expósito, el sino
del destino literario. Tus calles fueron las del Sur. Pero no el sur borgeano, que miraba a
Barracas. El tuyo era menos aristocrático, era el de Pompeya, el de la calle
Boedo, el de la esquina Manoblanca. Cualquiera que se dé una vuelta por ahí
verá que, aunque haya más casas y menos barro y Pampa, tu figura sigue ahí, por
Centenera, por Tabaré, aunque hayas nacido en Santiago del Estero. Vos sos el
porteñito. Yo me quejo de tu “Sur” pero no es culpa tuya. Digo que tapa tantos
tangos tuyos buenos. Pero claro, es difícil sustraerse del vozarrón de Leonel
cuando dice Suuuuur y detrás, el Bandoneón Mayor de Buenos Aires
¡Salud, Homero! A que estás riéndote con el
Gordo como dos chicos. Tu obra es eterna como el agua y el aire, como diría
aquel otro amante del sur, el mismo sur que el tuyo. Pero distinto.
jueves, 1 de mayo de 2014
(...)
Un segundo antes
de estrellarme
En el planeta
desolado
Una extraña
parábola
Folha seca
Me depositó justo
a tiempo
En tu vida
sábado, 12 de abril de 2014
Sabores de la niñez
Recordaba el
episodio proustiano de las magdalenas, quería invitarlos a que me cuenten qué sabor los remite directamente a la niñez.
A mí el primero
que se me ocurre es el del chorizo con galleta de campo. Cuando era chico
recuerdo a mi tío Daniel, el que se quedó en Arenaza, el pueblo de mi padre, y
su galponcito de los chorizos. Creo allí guardaba unas herramientas, de eso no
estoy seguro. Lo que sí recuerdo es que en determinada época del año en el
galpón colgaban decenas de chorizos con un aroma que aún hoy me despierta
cosas. Sé que las magdalenas de Proust son más glamorosas pero lo cierto es que
yo, con seis o siete años y luego de haber vagado por la casa y por el pueblo,
jugando a lo que fuera, siempre pasaba por el cuartito subrepticiamente y si
bien cumplía con la orden de NO TOCAR LOS CHORIZOS me acurrucaba en un rincón
completamente a oscuras, aunque del otro lado de la puerta el sol rajara la
tierra, a oler. Un día mágico y que respondía a un cálculo muy específico y que
yo ignoraba aunque también incluía que mi tío toquetease los chorizos para ver
si ya estaban, iba con una cuchilla y cortaba el hilo de uno, y lo comíamos con
galleta.
Detrás de cada
chorizo que pruebo ahora voy detrás del recuerdo de aquel y desde luego, es
irrepetible, salvo algunos caseros que vienen de la provincia de Buenos Aires y
que al menos se les aproxima. Con la galleta me pasa lo mismo, en Buenos Aires
jamás encontré.
Unos años más
tarde de aquellos que les cuento, mi felicidad fue mayor cuando ya podía, junto
a esos hombres de campo que se reían del porteñito, acompañar el manjar con un
vaso de un vino. Pero esa es otra historia porque en ésta, mandan los chorizos.
Sé que en este momento del mundo blog en general y de La Menor Idea en particular, corro el riesgo de no recoger ninguna historia. Pero sé también de algunos lectores (que puedo contar con los dedo de una mano) que regularmente pasan por aquí y no dejan comentario, los invito a hacerlo por única vez. Querido lector invisible: no soy el fisco y el comentario no será utilizado en tu contra.
jueves, 3 de abril de 2014
Una noche trastocada
- - Papá… ¿por qué en tu heladera nunca hay
nada?
Y claro que tiene razón, pero ¿qué le voy a decir? ¿Que cuando tengo tiempo
no tengo plata y y que cuando tengo plata no tengo tiempo? ¿O que cuando tengo
tiempo y plata compro cosas que después no como y un buen día me va a crecer la
lechuga dentro de la heladera hasta hacerse palmera o que me van a nacer flores
de queso rallado?
Ahora son las nueve de la noche ¿Voy a ir a COTO a comprar qué? ¿A cocinar
qué? ¿Y después quien lava los platos? (bah…el plato) Bajo a comer a la esquina
y listo, el gordo que atiende es casi de la familia.
Pero el gordo no está y en las mesas de afuera hay gente. Igual siempre
como adentro, dan un partido y el libro lo traje al pedo porque me olvidé los
lentes en el trabajo. No me acostumbro a los anteojos. Ciego nuevo. Hace un año
que uso para leer y ya voy por el tercer par. Los dos anteriores los perdí y
sobre este ya me senté dos veces, haciendo zafar una patilla por sentada. Juega
San Lorenzo. No me gusta San Lorenzo, y encima gana. Me pido el MENÚ CENA all
inclusive. Primer plato: “fiambre surtido”: dos fetitas de jamón cocido, dos
fetitas de queso, cuatro aceitunas. Ajá. Bueno, qué le vamos a hacer. El mozo
que reemplaza al gordo es simpático. Digo “qué
grandes están los mosquitos” y me dice que él vive en provincia y que allá
son inmensos, nada que ver. Me descoloca eso de que él vive en provincia,
reduce mis preocupaciones a cero y me llega la culpa. Puedo tener mis problemas
pero estoy a cien metros de casa. Él va a terminar de trabajar después de
medianoche, se va a tener que tomar un colectivo hasta la estación de tren,
después el tren y después otro bondi hasta su casa, te lo firmo. Y además lo
pueden asaltar y cuando llegue, su bebé estará dormido. Y yo quejándome de mis
problemas alimenticios. Segundo plato: “muslito de pollo al champignon”. Breve,
pero bien. El menú avisó muslito, no tengo quejas. Con el libro, sin anteojos
no puedo y San Lorenzo gana, tampoco lo miro. ¿Qué voy a hacer entre plato y
plato? Miro las mesas. A treinta metros y del lado de afuera tres veteranas
cenan con vino. Hay una que gesticula mucho, y logro leerle los labios, le dice
a las otras dos “está medicado y no
trabaja, toma varias pastillas por día, no hay derecho”
Lo que no hay derecho es que entiendo lo que dice la doña que está a un
kilómetro, vidrio de por medio y no pueda leer cómodo mi libro, che.
Entra una señora mayor con un muchacho, me parece que son tía y sobrino
pero no sé. El pibe es raro. Pide una cerveza de litro para los dos, un agua
mineral para ella (sin gas) y otra para él (con gas) ¿Por qué carajo piden
cerveza y agua? Ni que fueran a darse con algo. No me sigue gustando el pedido,
de entrada piden jamón con melón (no pidieron el “menú cena” evidentemente) Me
fastidia la bebida, me fastidia la entrada y me fastidia lo que pregunta
después: ¿la suprema es de pollo? Me dieron ganas de contestarle yo: “no, es de
chajá, marmota!”. Pero el mozo (el que vive en la “provincia”) le dice que sí.
¿Y a la Maryland cómo es? Fue demasiado para mí, miro para otro lado.
Se me sienta una pareja al lado mío, vidrio de por medio. Parece que no
hubiera vidrio y que ellos no están afuera ni yo adentro, sino que estamos los
tres juntos en la misma mesa. ¿Por qué se sentaron en esa mesa justo al lado
mío, si hay lugar de sobra? Yo no hubiera elegido esa mesa en el lugar del
novio, con un tipo comiendo del otro lado. No me gusta nadie: las tres jovatas
a las que le leo los labios, la tía y el sobrino (que luego de un comienzo de
charla se llamaron a silencio y comen el jamón con melón sin decirse nada, no
serán madre e hijo que apenas se ven?) Segundo gol de San Lorenzo, maldigo ese
partido y sin darme cuenta me meto índice
y pulgar en la boca para destrabar un pedacito de pollo de la muela, total no
me ve nadie. Me olvidé de la pareja de afuera,
vidrio de por medio, que miran azorados
cmo la mano se me pierde en la profundidad de mis fauces.
Mejor pido el postre, el mozo que vive en la provincia es lo más agradable
de la cena así que le digo que me recomiende el mejor postre que haya y me dice
flan.
De pibe hice lo que quise. Siempre salía a jugar adonde quería y volvía a la hora que quería, siempre que fuera razonable. Mamá no sabía dónde estaba, puedo decir que fui un chico que creció con libertad. No di trabajo con los deberes ni la comida, pero un día mamá hizo flan y no quise y le dio un ataque de domadora de leones y me lo hizo comer por la fuerza. Un horror, quedé marcado para siempre. No me jode el flan, lo que me molesta es el caramelo. Pero el mozo de provincia ya va a pedir el flan al mostrador y me defiendo con un “ponele dulce de lecheeeee”
Ganó San Lorenzo, el flan era con mucho caramelo, me olvidé de las tres
viejas, de la madre/tía con su hijo/sobrino, pagué y me fui. Cuando pasé por al
lado de la pareja, charlaban tan acaramelados que no parecieron reconocer que a
su lado pasó el hombre que se traga su
propia mano, en acto cuasi circense.
domingo, 23 de marzo de 2014
Sumario apresurado de lectura y pensamientos otoñales
Este domingo invita
a muchas cosas. Ese sol que ya no duele pero que calienta tímidamente me
estimula a pensar en:
1 1) Olga
de Kiev, la santa viuda vengadora.
2 2) Que a
Stalin le hubiera encantado Putin, pero que lo hubiera liquidado por las dudas
luego de ascenderlo a Jefe de Departamento en la KGB.
3 3) Que
Borges el ciego, y Stevenson el tuberculoso, amaban a vikings y piratas porque
los miraban desde la ventana de su cuarto, como amigos con los que no se puede
jugar.
4 4) Que
en esta mesa en la vereda donde pienso, más que un café, se imponía una copa de
vino tinto, en homenaje al sol que seguro rebotaba, mágico, en la copa.
5 5) Que
haberme traído a Cocteau fue sabio, él también prefiere las mañanas de domingo.
Aunque me maraville con unas cenas de domingo:
“Le debo muchos tesoros a Lucien Daudet. Aparte del de su amistad, y de haber
encontrado en su familia a otra familia, fue a través de él que conocí a la
emperatriz Eugenia, a Jules Lemaitre y a Marcel Proust. Durante una cena de
domingo en la calle Bellechasse conocí a Jules Lemaitre. Léon Daudet nos había imitado a Zola y dicho,
con su ceceo, las frases que aquél hubiera pronunciado a propósito de la
actualidad política y literaria. No era necesario haber conocido a Zola para
saborear la imitación y sentir su impacto. Léon no imitaba, resucitaba a un
hombre, y no se trataba de una farsa, sino de un prodigio, de algo que se
imponía, asustaba y embrujaba a todos los comensales. De vez en cuando dispersaba los fantasmas con
su risa estentórea parecida a una palmada sobre un hombro. A continuación la
mesa servida se convertía en mesa de médium, el fantasma ceceante se familiarizaba, volvía
y tomaba cuerpo de nuevo”
“Después de la cena, Reynaldo Hahn se sentó al piano y cantó L’ile heureuse, de Chabrier. Al igual
que en casa de Madeleine Lemaire o en su habitación del muy misterioso hotel de
los Réservoirs, en Versailles, Reynaldo cantaba con el cigarrillo a un lado de
la boca, y su exquisita voz del otro, la mirada en el cielo, todo el pequeño
jardín a la francesa de sus mejillas azuladas girado hacia la sombra y el resto
de su persona, en rueda libre, detrás del piano, en una inclinación suave y
nocturna”…
”El 14 de julio cenamos en la plaza de la Bastilla, en los “Quatre sergents de la Rochelle”, con la
ventana abierta sobre los bailes populares, la condesa de Noailles, la señora
Scheikevitch, Jules Lemaitre y yo. Era un rito, una doctrina.
Edmond Rostand se unió a nuestra última cita. Una antigua desavenencia separaba
desde Cyrano de Bergerac al autor de
este drama y al crítico de los Contemporains.
Aquel encuentro, una noche de 14 de julio, era una trama amistosa de Anna de
Noailles. Al parecer, Jules Lemaitre era el único crítico que no había hecho
sonar las fanfarrias del triunfo. Según él, Cyrano
era el broche de la Guirlande de Julie y
no aportaba nada nuevo.
Nuestra velada comenzó de maravilla. Rostand quería deslumbrar a Lemaitre y
deslumbrarnos a nosotros. De pronto, el monóculo de Rostand cayó y se rompió.
El camarero que nos atendía se precipitó y guardó los trozos. La cajera hizo
monerías y reclamó un trozo. Entonces Rostand sacó del bolsillo un segundo
monóculo que dio a la cajera y un tercer monóculo que se encajó en un ojo.
¿Se irritó Lemaitre por la cantidad de monóculos? ¿Era la última gota que
esperaba el vaso? Lo cierto es que cuando Rostand quemó el mantel con su
cigarrillo y portándose como un chiquillo, fingía temor y pretendía no saber
qué hacer, Jules Lemaitre salió de su mutismo para decir en tono seco: “Es muy sencillo, firme el agujero”
Los petardos, los gritos de la gente y la inspiración de Anna de Noailles
arreglaron las cosas. Pero fue nuestra última cena en los Quatre sergents de la Rochelle”
Me
resulta un domingo prodigioso. Pienso en lugares y personas mencionados por Cocteau para buscar.
Disfruto de su “inclinación suave y nocturna” y en esa cena que fue “un rito,
una doctrina” Comprendo también por qué el mozo salió a mi encuentro en la
vereda para saludarme e invitarme a que me siente, a reconvenirme porque hacía
tiempo que no iba a ese sitio llamado “La pharmacie”. Debía sentarme allí para
disfrutar de una mañana que empezó con Olga de Kiev y continuó en París. Fue un
error evidente no haberme pedido una copa de vino para terminar el encuentro. No cumplí con una inclinación que debió ser
un rito, una doctrina.
Los párrafos fueron transcriptos de "Retratos para un recuerdo" de Jean Cocteau. Y la ilustración es del mismo autor "Reynaldo chante L’ile heureuse" Y en la música, el mismo Reynaldo cantando esa canción.
domingo, 23 de febrero de 2014
El partido
Como todos los
días, hoy me desperté a las siete. Como es domingo , me quedo un poco más en la
cama. Me duermo otra vez. En el sueño estoy llegando a un estadio, pero no para
ver el partido sino para jugarlo. A mi izquierda viene Messi, entramos al
vestuario que está repleto de gente. No sé qué equipo es pero parece un
amistoso. Hay clima distendido, yo sé que estoy invitado. Todos se empiezan a
cambiar, voy con retraso, no encuentro las vendas para los tobillos. Messi ya
las traía puestas, todos los jugadores están listos, yo ya me vendé pero perdí
de vista el bolso. El partido es en otro lado, se suben al ómnibus y arranca,
Yo termino de vestirme y llego corriendo desesperado, ya se fueron. Detrás hay un coche con tres
rezagados. Me esperan y me subo, estoy feliz porque jugaré ese partido. Me
despierto antes de que eso suceda.
Muchas veces soñé
con partidos de fútbol. Pero hace como cinco años que no juego más por un esguince y cuando volví, me fracturé
un dedo. Así que no jugué más. Cuando jugaba soñaba con partidos y los había de
dos clases. Unos eran problemáticos: o
se jugaba en cámara lenta o la pelota parecía un globo y no había forma de
meterla. Pero en otros sueños el partido era perfecto, se jugaba en tiempo real
y yo hacía goles preciosos. Nunca me había tocado jugar con Messi, estuve a
punto de hacerlo.
Quisiera agregar
que Messi es tan callado como uno lo ve. Me sonrió apenas, pero no abrió la
boca en todo el sueño.
miércoles, 19 de febrero de 2014
Zapato
Dulce zapatito de
bebé
Rígido zapato
policial
Muda zapatilla
bailarina
Patas de rana
saladas
Del buzo y de la
rana
Zapato de
abuelita
Zapato de niño
con punteras
Los míos aún
mojados por la lluvia
Los pondría a
todos en la bolsa,
Cenicienta
A cambio del zapato
Que te falta
sábado, 8 de febrero de 2014
El perro y el borracho
Uno tuvo una
semana difícil y se quiere relajar desayunando bien en un lugar pacífico. Uno
deja la bici a su lado y se pide uno completo pero de los cool porque el lugar
es cool, de relajación o algo así. A las tostadas le suman un yogur y en vez de
manteca, queso. Todo bien, la calle está tranquila. No tan tranquila, en la
mesa de al lado de uno hay una pareja, el tipo
señala y dice algo de uno, parece que está borracho. Uno se pone a leer, a pensar en otra cosa. El tipo está borracho,
toma de una botella envuelta, se le cae. El lugar es un centro de yoga , quizás
hagan clases de recuperación de alcohólicos o cosa así. Pero uno sospecha que a
las clases de recuperación de alcohólicos se debe recomendar no llegar
alcoholizado, no? Uno que venía en plan relajación enciende una tímida alarma.
Llega otro tipo a la mesa, saluda a la chica y la chica le presenta al
acompañante. Uno piensa que es el profesor de las clases de recuperación de
alcohólicos. No simpatiza con el primer
acompañante, la chica paga la cuenta y se van los dos. Queda el borracho, y
pese a que no había parado de hablar con la chica, uno ve que sigue con ganas
de charlar. Uno se da cuenta del error, no hay clases de nada. El señor de al
lado es vendedor de artesanías, se acercó a la chica que esperaba al novio, la
chica tenía conciencia social entonces lo invitó con un café , pero cuando
llegó el novio se fue con él y su conciencia social. Ahora sólo quedan uno, su
desayuno, el borracho y su botella envuelta. Y las artesanías, unas piedritas
en la mesa. Los clientes que se acercan optan por las mesas de adentro al ver
el “paisaje” y uno visualiza lo que viene, no tanto para irse, no tan poco para
relajarse…
BORRACHO:
¡Maestro! Me hdgdffaffajdla horda?
UNO: (levantando
medidamente la vista del libro, dejando pasar unos segundos para que el momento
se tense… ) ¿Qué?
BORRACHO:
(carraspeando) ¡Disculpe maestro! Si me dice la hora
UNO: las diez y
cuarto
BORRACHO: ¡muchas
gracias!
UNO: (inaudible)
de nada
Uno sigue en su
libro pero sabe que la mañana se empieza a echar a perder…
BORRACHO:
¡Disculpe maestro!
UNO: …
BORRACHO:
¡Disculpe maestro!
UNO: (ensordecido
y enceguecido) …
BORRACHO:
(acercándose a la mesa de UNO) ¡Disculpe Maestro! ¿qué está leyendo?
UNO: Un libro
BORRACHO (con
sonrisa tímida) ¡Ya sé! ¿pero… qué libro?
El borracho ya está
al lado de la mesa de uno porque uno no revela el título que lee, así que lo
cierra y dice “este”. El borracho lee el título y se inquieta. Lo repite en voz
baja. Se sobresalta. Uno sospecha que ha leído, y siente que el título lo
sobrecogió. O quizás la foto de la tapa, hay algo que no le gusta, la sonrisa
se le apaga un poco pero nuevamente dice ¡disculpe Maestro! ¡Gracias!
Uno ya se cree a
salvo con el libro talismán, el borracho se contrarió y empieza a retirarse. A
último momento encara para la puerta del lugar, quiere ir al baño, lógicamente.
Lógicamente la chica del lugar no tiene ganas de que entre, el borracho alega
derechos de consumidor, la chica no sabe qué hacer, y uno intercede, dice que
no es peligroso, la chica cede, el borracho entra. La micción del alcohólico es
naturalmente prolongada, uno piensa que todo acabó, vuelve al libro y se olvida
del mundo por diez minutos, la trama es atrapante.
BORRACHO:
¡Disculpe maestro! La avsndggabsddji dsajsnatnta ffmnbe?
UNO: (levantando
medidamente la vista del libro, dejando pasar unos segundos para que el momento
se tense… ) ¿Qué?
BORRACHO:
(carraspeando) ¿La avenida Santa Fe?
Uno le dice que
queda para allá tres cuadras y el borracho se disculpa nuevamente, agradece y
se va con paso tambaleante. La chica del bar sale de su refugio al ver el
peligro alejándose y qué barbaridad y adonde vamos a parar, y uno opina que no
se le veía agresivo y le dice que con ese paso no llegaría muy lejos. Lo ve
perderse hacia Santa Fe, paga su cuenta (uno) y se va pedaleando en dirección contraria para
luego de una buena vuelta, tropezarse de nuevo con el borracho, en plena
interacción con dos turistas de esos que no hablan palabra en español, el
borracho, respetuosamente diciendo “disculpe Maestro”, el turista sonriendo
incómodo y uno, que tiene la conciencia social adormecida, apura el pedaleo y
se aleja en la ciudad desnuda.
Pero a uno el
tema le sigue dando vueltas, y recuerda cuando tenía no sólo conciencia social
sino también animal y levantaba perros abandonados de la calle hasta que
alguien le dijo que no quería más perros rescatados, que “el perro o yo” y uno
dijo “vos” y quizás fue un error porque el perro parecía amigable y finalmente
se quedó sin el perro y sin “vos” , lo cual visto en perspectiva tampoco está
mal (no tanto por la parte del perro sino por la parte de “vos”)
Entonces uno se
pregunta por qué los animales abandonados lo movilizan más que las personas
abandonadas y uno recurre al lugar común de afirmar que las personas parecen
defenderse mejor, el borracho lo acredita, al menos sabe decir “disculpe
maestro” y “gracias”, abrepuertas infalibes, al menos para abrir la puerta que
conduce al baño que permite esa micción larga, sonora y aliviante de quien ha
hecho una bebida de su vida y ahora sí, definitivamente, uno imita a la chica
con novio y conciencia social y decide olvidarse de todas las cosas malas de
este mundo y se pierde por la ciudad desnuda.
miércoles, 5 de febrero de 2014
Lucienne Boyer
Háblame de amor
Para que sueñe
Con los besos
De una noche tan azul
Y tan lejana
¡Háblame de amor!
Aunque yo sé
-Siempre lo supe-
Que no me amas
lunes, 3 de febrero de 2014
No se culpe a nadie
Ordeno la biblioteca
raleada. No hay mucho que hacer además de dejar el tiempo pasar. Que el tiempo pase, me traspase. A dormir y a soñar una vez
más. Mientras tanto, el tiempo sigue detenido. La tormenta anunciada no cae. La
ciudad no late. No se culpe a nadie. Es
domingo por la noche.
viernes, 31 de enero de 2014
Me quiero ir a Bali
Nativos amigables
Comida con leche
de coco
Templos, selvas,
playas
A la noche un
trago
Junto al mar
Bailar mucho
Amaneceres
Nativos amigables
Pero nativas
No preciso
martes, 21 de enero de 2014
El tipo del traje
La pizzería Angelin en enero, al lado del horno, está a unos 37 grados más o menos, sin que pueda hacer nada ese tenue ventilador estilo Casablanca. Dicen que estuvo Frank Sinatra pero no es cierto, sí hay una foto firmada por el Maestro, pero eso fue porque le hicieron llegar una pizza del lugar.
Hay que tener valor para comer con este calor al lado del horno, así que me fui lo que se dice en patas.
Sin embargo el caballero que se ubicó al lado mío en el sector “de parado” lucía un tremebundo traje media estación, corbata bien ajustada, camisa manga larga. Como única concesión al clima tenía desabrochados los botones de ambas mangas. Pero comió sin sacarse ni siquiera el saco. Yo, que he pasado por esa contingencia, imaginé que al hombre le tendría que estar transpirando todo el cuerpo. Y cuando digo todo, digo todo, incluso los distritos corporales más ocultos. Eran casi las diez de la noche y adiviné su ocupación. Morocho de bigotes amplios, pulcro. Era chofer de auto de alta gama, y entonces entendí. O creí entender. El tipo está orgulloso de su trabajo y del emblema que lo caracteriza cuando está afuera del vehículo: el traje. No cualquier fercho anda de traje. Para él el traje es el uniforme de un soldado victorioso. El tipo, al decir de Borges, ya sabe quién es, y no lo va a hacer dudar un hornito a 37 grados. Entonces me quedé tranquilo, lo dejé tranquilo a él y me lastré otra de muzza.
martes, 14 de enero de 2014
ORVUAMERCÍ
Oliveira no la busca por el puente
No brindan Zelda ni Scottie por el Ritz
No se ve la calva de Henry en bicicleta
Pensando en June
Pensando en Annais
¿Para qué ir?
Sin sus fantasmas
No puedo enamorarme de París
jueves, 9 de enero de 2014
Feliz navidad para todos
Ahora que pasaron todas las fechas festivas y que la montaña se ve
empinadísima; ahora que los deseos de ocasión han sido olvidados porque la vida
real sigue, empieza o termina, es el momento en que yo prefiero renovar los votos
y desearles buena vida a todos, si nos dejan y queremos. Porque reinventando a
Oscar Wilde sacrílegamente, diría que “Cualquiera puede tener espíritu navideño
el 24 de diciembre, pero tenerlo el 9 de enero requiere una naturaleza
delicadísima”
domingo, 5 de enero de 2014
Carta urgente a los Reyes Magos
Queridos Reyes, en primer
lugar indulgencia por estos cuarenta y cuatro años de falta de noticias mías,
anduve un poco ocupado y supongo que ustedes también, de modo que descuento que
me entenderán. No descarto que reciban esta misiva con pesar, ya que de adultos
niños deben estar hartos. Pero alguien dijo fatalmente que todos llevamos un
niño en el corazón y para ganarse la lotería hay que comprar el billete primero,
así que aquí estoy. También les pido perdón si hay algún error en esta carta,
es que perdí los anteojos para leer ayer en el cine. No quemaré un deseo
pidiéndoles gafas, en un rato volveré al cine a ver si un alma caritativa las
dejó en boletería.
Necesito saber si ustedes son
autónomos o responden directamente al Jefe y es él quien dice que sí o que no a
los pedidos. Estoy enojado con el Jefe. Nos tira en este mundo desnudos y aquí
abajo es difícil. Una isla de caníbales a veces me parece más acogedora. No
pretendo que nos mande de saco y corbata, pero si por lo menos nos dejara llegar
como Terminator, que arribó desnudo pero con potentes poderes especiales (me
encanta su mirada scanner) sería otra cosa. Me estoy excediendo en la
presentación, ustedes están apurados porque mañana es el día y yo también
porque almuerzo con papá, de manera que iré al grano. No les voy a pedir los
tres deseos a los tres, no sea cosa que ustedes respondan en cada país según su
cultura y en Argentina Melchor me diga que ese pedido lo recogió Gaspar, y éste
que en realidad era de Baltasar y me quede sin nada. Tampoco pediré cosas
genéricas como paz en el mundo porque de eso seguro que se ocupa el Jefe.
A Melchor le pido que me
consiga perdón. Perdón de las personas que lastimé; que como nos pasa a todos
son las que suelen estar cerca de uno. No alcanza con decir que no tuve
intención, no alcanza con decir que traté de ser leal, lo cierto es que he lastimado.
No pretendo no dar las disculpas personalmente, pero sé que si Melchor me
acompaña quizás las personas ofendidas se sonrían y no quieran asesinarme como
suele sucederme.
A Gaspar le quiero pedir
alegría. Que a pesar de todos los males de este mundo siga avanzando sonriente
por el camino de la verdad, como decía Voltaire, y me ría con todos los que
quieran de las cosas increíbles que se ven por ahí.
Y a Baltasar le pido ilusión.
Sin soñar no podemos vivir, nadie puede vivir. Que el pan del cuerpo me lo
puedo procurar yo solo gracias al Jefe. Y que mi sueños sean posibles, que los
roce con la punta de los dedos y no se me escapen.
Queridos reyes habrán notado
que mis pedidos son intangibles. Eso los hará más sencillos o más difíciles? No
lo sé. Pero si son muy complicados, les vuelvo a pedir el último gran regalo de
reyes que recuerdo de mi vida. Tenía cinco años y al pie de la cama estaba el
camioncito Duravit, indestructible y eterno, me podía subir con los dos pies
sobre él y aguantaba pese a ser muy chiquitito. Ustedes decidan.
Ahora les dejo la comida y el
agua a los camellos.
Saludos al Jefe.
Atentamente
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